1 de julio de 2013

Shanghai 1.0

Al final, el viaje en tren fue más rápido de lo que esperaba y llegué a Shanghai en apenas seis horas. El albergue lo encontré a la primera, aunque debió de ser la suerte del primer día, pues la segunda vez que salí, me tire tres horas buscando, di tantas vueltas que los vendedores me saludaban al pasar.
Durante un par de días he estado recorriendo los mismos lugares que ya había visitado la primera vez que fui a Shanghai. Parecía como si nunca me hubiera ido, esa sensación de cercanía, de pese a estar a miles de kilómetros, sentirme como en casa, y no como un extraño, a día de hoy, ninguna ciudad me lo ha dado. Hay una conexión especial entre esos skyline y los contrastes imposibles,  que me hacen caminar mirando al cielo, aunque mi amigo guille, siempre me diga que no enfoque a las nubes, allí es donde pongo mis sueños.
Hablando con un chino urbanita de Shanghai, me comentaba que es una ciudad de extranjeros, cosa que tal vez sea cierta, pero discrepo en algunos puntos. Evidentemente no puedo generalizar,  pero los "giris"  que allí encontraba, estaban hacinados en las mismas zonas y codeándose con la clase alta china, a cuya altura, en la mayor parte de los casos no están. Puedo deducir sin mucho equívoco que no saben chino,  que tal vez desprecian a esa clase baja de escupitajos y olor a pescado, de puestos ambulantes. Esos foráneos, envueltos en su burbuja irreal de un mundo paralelo, en cuya sociedad china no se integran.  Posiblemente, porque son incapaces de comunicarse, o de si quiera intentarlo, y en su burbuja,  su única vía de comunicación,  se reduce a  ir a zonas de habla inglesa. Rodeados de un lujo ficticio,  que les proporciona el beneficio de una divisa más fuerte, no de un estatus social superior.
Cuando deambule por aquella zona de la concesión francesa, rodeada de pomposos restaurantes llenos de occidentales, me sentí fuera de lugar, quizás un sentimiento parecido al que pudiera sentir un lugareño. Lejos de esos excesos está la verdadera sociedad china, la que te abre las puertas del paladar con exquisitos bocados callejeros, la que te pregunta de donde eres y adonde vas, la que te ayuda al intentar comunicarte con ellos y que te tienden una mano amiga de igual a igual cuando te pierdes entre sus calles. Desde que llegué a China,  hace 5 meses, sólo he ido una vez a un puesto de comida occidental y pienso mantenerlo, pues recorrer miles de km, para comer la misma comida que comería en casa, es un auténtico sin sentido.
Quien se averguenza de preguntar, teme aprender.
Próximo destino, Beijing.


Pdt: Todas y cada una de las fotos de este blog, estan tomadas con un movil, asi que pido disculpas por la baja calidad de las mismas.


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